Extracto: Heredero Oscuro

A continuación tienes el primer capitulo de Heredero Oscuro.


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CAPITULO 1
CAÍN RAVEN

El sonido del viento en el exterior acompasaba el sonido de los pasos a mi espalda producidos por mi atacante.
La sensación inequívoca de la sangre corriendo por mi espalda seguida del estremecimiento previo al llamado de la muerte acercándose. 
Nunca había imaginado que esta sería la manera en la que moriría como tampoco sabía que había hecho a esta persona para convertirme en el blanco de sus deseos más oscuros. 
Supongo nadie imagina cómo será el último día de sus vidas; crees que ese día, el ultimo de tu vida terminara como despertaste, entre la misma monotonía de un día común, hasta que te das cuenta de tu error y que ese reloj con su cuenta atrás te ha atrapado y ha llegado la hora.
Finalmente.
Esa es la clase de ironías que me producen gracia y que en situaciones normales, habría estado seguro hubiese provocado mi risa ante mi suerte.  
La silueta de mi atacante comenzó a tomar forma frente a mí al acercarse. 
El salón estaba oscuro, y aunque pude sentirle la oscuridad me impidió verle; era parte de un deseo mórbido como última petición que consistía en ver la cara de quién sería el responsable de mi muerte.
—¿Voy a morir? —Pregunte mi cerebro no terminaba por conectarse entre su final más obvio y la salvación que soñaba. Me escuchaba plagado de temor. 
Sujeté la herida sobre mi hombro con fuerza aunque esto no detuvo el sangrado, había dejado de sentir los dedos y el movimiento de aquel brazo, el corte debía ser profundo.  
—No —respondió y su voz grave se quedó rápidamente grabada en mi memoria. 
Un escalofrió me recorrió al sentir una mano fría sujetando mi mandíbula haciéndome abrir la boca a la fuerza; traté de huir y moverme lejos de su agarré pero imposibilitado este me obligo a tragar algo.
Gusto amargo, sal y oxido.
Apenas cayeron las primeras gotas, el desconocido me soltó. Trague lentamente buscando identificar el sabor, sin éxito aguarde que si era un veneno hiciera efecto rápidamente. Comenzaba a sentir frio.
El desconocido comenzó a alejarse, dejándome escuchar sus pasos lentamente alejarse, aguarde por un golpe más; aguarde porque acabase su trabajo pero como la promesa que me había hecho, este no hizo nada para llevarme a ese camino y con esos pensamientos los sonidos de sus pasos desaparecieron. 
No sé cuantos minutos o segundos pasaron para que finalmente aceptara que estaba solo. 
Respiré aliviado y me levanté sintiendo un largo mareo que me hizo notar lo desesperadamente que necesitaba ayuda. 
Quien fuera mi verdugo esa noche me estaba dando una segunda oportunidad que no iba a desaprovechar en medio de dudas y agradecimientos vacíos. 
Ya era de noche, el viento helado entró por la puerta del frente dejándome ver las luces de los faros en el jardín iluminando la recepción de la casa y conforme me acercaba a su protección, dejándome notar mi ropa bañada en sangre.   
Tome una bocanada de aire. El mínimo esfuerzo de tomar el teléfono junto a la escalera me hizo golpear el suelo con mis rodillas por la debilidad. Lo único positivo fue lograr descolgarlo, sin embargo rápidamente me di cuenta que no había conexión. La línea estaba muerta. 
La tormenta de nieve exterior parecía lo suficientemente agresiva, el sonido del viento y la nieve entrando a la casa, el frio acumulándose en mi cuerpo… 
Era primero de diciembre.
No, no quería morir… 
Me forcé a levantarme. Use toda mi fuerza para lograrlo. 
Toda la voluntad se acumuló, sabía que nadie me ayudaría a salir de esta, preferirá intentarlo que morir llorando por mi suerte. 
Jamás había dejado que pequeñeces se acumulasen en mí y aunque esta no era una pequeñez y sentí que intentarlo no implicaría perder la oportunidad de ser encontrado, había crecido en aquel clima, sabía que nadie llegaría sorpresivamente y me salvaría. Mi tío estaba a la mitad de un mandato de su trabajo, la policía no aparecería y nadie vendría a visitarme a la mitad de la tormenta de nieve.
Mi única opción era buscar a Laird Blake, mi único amigo, él vivía a 300 metros de mi casa. Era también mi único vecino más cercano en aquel paramo a la mitad de la nada en las afueras de un pueblo en Karelia del Norte, Finlandia. 
Mi tío Enoc me había cuidado desde la muerte de mi madre, ella había fallecido horas después de mi nacimiento y mi padre, si es que podía llamarle así debía estar en alguna parte de Irlanda, el lugar donde había nacido hacia casi dieciocho años. 
Recordaba haberle visto una vez. Solo una vez en todos esos años y apenas podía pensar en su rostro sin ubicar el rostro de mi tío en su sitio; ya no lo recordaba. No sabía la razón por la cual vivía lejos y porque no había hecho un solo nuevo intento de verme en los años recientes.
Mis pasos sobre la nieve eran pesados y lentos y cada uno me provocaba un estremecimiento de dolor recorriéndome la espina, sumado al aire helado del exterior hizo que la sangre bajando por mi espalda se helara. 
Sabía que la vida se me escapaba y las gotas de sangre que no se congelaban, caían a la nieve impregnándola de color escarlata. Cada vez eran más grandes con los pasos que mis pies fallaban y se predisponían a dejarme en el suelo. No quería rendirme. 
Cada paso era un esfuerzo sumado a otro. 
Me sentía mareado y mis latidos, sentía que venían a golpear cada vez más contra mi pecho; me obligaba a mantenerme tranquilo esa era la única clave que tenía y de la cual conocía que me ayudaría a evitar terminar de desangrarme sobre la nieve.
La visión cercana de la casa me hizo recuperar y determinarme a llegar. 
Solo faltaban unos metros y ya podía ver la ventana corrediza que daba al exterior y conectaba al estudio de la casa de dos pisos. Las luces estaban encendidas y alcancé a ver la sombra de Laird en el piso superior. Sus abuelos debían estar en el piso de abajo o quizás abrían salido como a veces ocurría dejándole a cargo, esas eran las pocas noches que solía quedarme hasta tarde con él. 
Con mi brazo sano intente abrir la gran ventana corrediza que en verano siempre estaba abierta para dar entrada y salida en la casa, aunque rápidamente noté que estaba cerrado. 
Caí de rodillas y apoyé contra la puerta. 
La sangre en mi mano sana comenzaba a cristalizarse igual que la sangre que aun goteaba en el exterior, quizás esto había ayudado a calmar la hemorragia pero me ponía cercano a padecer hipotermia, la primera nevada siempre era una de las peores y la temperatura siempre descendía más rápido que en las noches subsecuentes.
Desesperado use mi antebrazo para tocar la puerta de vidrio rogando que me escuchara. 
No me importó la fuerza con la que lo hice; estoy seguro de haber llamado el nombre de Laird en ayuda con cada golpe.
Lo hice hasta que mi vista se nublo y ya no sentí el piso que me sostenía. 
Entonces deje de sentir frio.

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